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Carismático, polémico, odiado e idolatrado. Jarvis Cocker –como buen rockero británico- sabe estar siempre dentro de la luz de los reflectores. El aun vocalista de Pulp ha sabido comunicar bien lo que está en su mente, difícil misión para cualquiera que se oponga a los estándares y dogmas sociales. Por supuesto que no todo ha sido miel sobre hojuelas en su extensa carrera como artista, su soberbia y megalomanía lo han llevado a pasar muy malos ratos con el alcohol y las drogas.
La ausencia en los escenarios de Pulp ha despertado muchas inquietudes, aun cuando es un secreto a voces, todavía no es oficial el desmembramiento de una de las bandas más importantes de los últimos veinte años. Jarvis ha dejado a un lado la obscenidad y los ritmos disco. Se ha embarcado en satisfacer su gran ego en proyectos alternos. Como músico ha colaborado con Kid Loco en el tributo a Serge Gainsbourg, Monsieur Gainsbourg Revisited, con Richard X en el disco The X Factor, con los miembros de Radiohead, Johnny Greenwood y Phil Selway para el soundtrack de Harry Potter 3 y con el dueto Air en la composición y producción del primer disco de Charlotte Gainsbourg, 5:55. Además ha incursionado en la cinematografía realizando videos para gente de la talla de Erlend Oye o Aphex Twin. Ejemplos sobran para demostrar la genialidad del muchacho estrella de Sheffield, Inglaterra.
Es el 2006 y el mundo está llorando. Hay quienes no quitan el dedo del renglón, las cosas NO están bien. Mientras que el ojito pachicho de Thom Yorke se volvió más crítico con su debut solista The Eraser (XL/2006), las grandes gafas de Jarvis Cocker observan una realidad decadente. “Dicen que la crema no puede evitarlo y se eleva hasta arriba/ Yo digo que la mierda flota”, uno de las primeras estrofas de su primer sencillo como solista (“Running the World”), es en realidad una declaración de principios. Las cosas no están bien y llevamos mucho tiempo así. Por suerte existen esas personas que se encargan de demostrárnoslo. A diez años del infame incidente en los Brit Awards, es hora de que muchos se callen la boca. ¡Qué razón tenías Jarvis!
Publicado en Círculo Mixup, enero 2007
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¿Cansado de que la nueva tendencia de rockandrolsito nacional tienda al lagrimeo y al abuso de confianza hacia el difunto Ian Curtis?
Después de una larga pausa regresa para usted, querido lector:
Recomendaciones para Melofóbicos
en Pánico y Palomitas
RUIDOS EN EL TECHO
MANIQUÍ LAZER
The Raconteurs
Broken Boy Soldiers
XL/V2 2006
En 1992, el equipo norteamericano de básquetbol cambió de alias. El motivo: la vergüenza de haber perdido cuatro años antes la medalla olímpica en un deporte en el cual eran hegemónicos. El resultado: un mazacote de superestrellas de liga profesional simplonamente bautizado el “dream team”. Esto, además de provocar ventas multimillonarias de calzado deportivo, inspiró a millones a ser parte de un dream team. Conejitas de Playboy, grupos de investigación entomológica e incluso comentaristas de Televisa Deportes con todo y Raules Orvañanos incluidos.
Cuando hablamos de rock lo primero que se aparece –inevitablemente- cuando pensamos en dream team, es la imagen de Lionel Richie con Michael Jackson y Billy Joel cantando “We are the world”. Eso, por supuesto en caso de que no aparezca Manuel Mijares cantando con las Pandora el tema de “Solidaridad” durante el sexenio de Carlos Salinas.
Pasemos a temas más deseables. ¿A quién no le gustaría tener un dream team musical formado por los grandes caídos? El país de los rockeros muertos. Ahí se encuentra el genio de Lennon conviviendo con el valemadrismo de Sid Vicious. O los acordes lisérgicos de Hendrix zapateando con la nostalgia de Johnny Cash y las largas cabelleras de los de Metallica. Si Dios, pudiera formar un dream team del rock, seguro reclutaría a todos sus miembros ahí. Sería algo irrepetible y probablemente si escucháramos las melodías de ese conjunto de Babel caeríamos muertos a causa de una sobredosis de orgasmos auditivos.
The Raconteurs (en español: anecdotista) presentaron hace algunas semanas su primer material en forma. Broken Boy Soilders (V2/XL, 2006) tiene asegurado el éxito comercial desde varios y diversos ángulos. Primero, una agrupación que logró colocar su primer sencillo en el número 1 de todas las estaciones de rock en Estados Unidos tiene ya al menos unos cuantos miles de dólares embolsados. Segundo, la agrupación es dos cuartas partes un dream team. La parte rítmica corresponde a una agrupación de Ohio llamada The Greenhornes. Patrick Keeler y Jack Lawrence le dan base y fundamento al talento de los superestrellas al frente de la banda. Ambos provienen de Detroit y ambos son alabados en sus distintos géneros. Brendan Benson, letrista y compositor, carga con tres prolíficos y multialabados discos. Jack White es una estrella en toda la extensión de la palabra. Adorado por los críticos de moda y por los pandilleros de su ciudad natal. Tercero, el conjunto sabe como hacer música pop sin parecer estrellas de revista para adolescentes.
The Raconteurs no es precisamente un dream team musical. Ni pretende serlo. Sus composiciones, lejos de cualquier pretensión basquetbolística son más bien un tributo a ese país de los rockeros muertos. Desde Elvis hasta Janis, Broken Boy Soilders repasa algunas de las obsesiones que dos nerds de la musicología pop contemporánea estudiaron hasta el cansancio. El disco no suena a Bensons o a Whites, durante poco más de media hora, el disco emana un sutil tributo a aquellos que les inspiraron para convertirse en músicos. Steady as She Goes, impecable primer sencillo roza el Lust for Life de Iggy Pop (si... ya se ese sigue vivo), el Nevermind de Nirvana y el Physical Graffitti de Led Zeppelin. Yellow Sun evoca a Dylan, a Cash y a Pink Floyd, todos juntos y bien revueltos. Uno de los tributos más claros es el que se asoma en el track final. Blue Veins emula en composición y emotividad ese algo que los Beatles lograron hace más de 30 años con I Want You (She’s so heavy) en el Abbey Road.
Si todos los rockeros van al infierno cuando mueren, probablemente sus lamentos guían, cual flautista de Hamelin, a nuestros compositores de hoy en día. Broken Boy Soilders es una buena muestra del aprovechamiento de esos pasos para crear música pop no tan fácilmente desechable como lo pueden ser un par de tenis Nike.
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