The Mars Volta: demonios interestelares fuera de órbita.
Los cerebritos más odiados y amados de la escena actual vuelven a dar ese paso que casi nadie se atreve a dar en tiempos de myspace y música virtual: discos conceptuales. Cedric Bixler-Zavala y Omar Rodríguez-Lopez presentan 8 tracks que en orden y de corrido forman
Amputechture (Universal, 2006). La columna vertebral del tercer material de la banda recurre nuevamente a la muerte. La muerte espeluznante y dolorosa, la agonía de la asfixia. Una especie de guión cinematográfico que involucra monjas demoníacas y marchas multitudinarias. Sean bienvenidos -de nuevo- al museo del padecimiento.
De modo sobresaliente, cual línea de producción industrial, The Mars Volta logra su segundo álbum conceptual en dos años. Un ritmo de maquila que solamente en mejores épocas se daba entre las grandes bandas. Después de una intensa gira junto a
System of a Down, el lanzamiento de un disco en vivo y el proyecto solista de uno de sus integrantes; The Mars Volta vuelve a “sorprender” con épicas composiciones que seguramente dejarán con un gran signo de interrogación en la cabeza a varios. El crossover de géneros como el son, la psicodelia, el afrobeat y el rock progresivo consolida a los de El Paso como virtuosos en la forma más no en el fondo, más allá de las odiosas comparaciones con
Led Zeppelin o
Simon and Garfunkel.
El núcleo del proyecto, la dupla Bixler-Rodríguez se muestra en su faceta más autocomplaciente, en donde la experimentación en la ejecución de las piezas se vuelve protagonista y el concepto del álbum pasa a segundo plano. Condimentado de nuevo con largas colaboraciones de John Fiusciante y Flea (de los
Red Hot Chili Peppers), Amputechture resulta espinoso a primera impresión. Así es The Mars Volta, como una película que todo el mundo sabe que es buena, sin embargo pocas personas logran captar completamente todos los mensajes que ésta lanza minuto a minuto.
La línea creativa de TMV retoma historias dignas de 8 columnas en diarios sensacionalistas. En esta entrega, la protagonista oculta es
Maricica Irina Cornici, una monja rumana muerta por asfixia al tercer día de su exorcismo sirve de inspiración para la creación de atmósferas densas, barrocas, plagadas de fugaces detalles arty-pachecos; letras infestadas de neologismos macizos y densos lamentos que viajan desde ultratumba con destino a una galaxia distante. Paralelamente se entreteje un discurso de solidaridad con los
millones de indocumentados en Norteamérica que son diariamente sometidos a la angustia, a la nausea. En Asilos Magdalena, track 6 del disco, Bixler-Zavala berrea sobre una base acústica: “Y ya no me estoy enamorado con tus mentiras… El infierno me duermo por que el infierno es la única verdad”. Probablemente una carta de amor ponzoñoso dirigida al congreso gabacho.
En tiempos de inmediatez electrónica y abundancia mercadológica, TMV extiende la invitación para abordar un vuelo interestelar posmoderno. Tomarse con calma el tiempo, a escuchar las veces que sea necesario su nueva producción para lograr entender la delgada línea entre genérico y genial, entre arquitectura y amputaciones. Rock interplanetario desorbitado… planeta Tierra llamando a Marte.