Apenas puede abrir los ojos. Se levanta, prende un cigarrillo. Camina torpemente hacia la puerta y se dirige hacia la cocina. Bebe unos sorbos de leche directo del envase. Apaga el cigarrillo. Se sienta en ese banco. Pone el café de todas las mañanas para después desnudarse y meterse a la regadera. En silencio. A oscuras. Como todas los días.
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