Ayer por la noche descargué completito el 'Master of Reality' de Black Sabbath. 8 archivos mp3 y 2 jpg. Ahora me pertenece este clásico de la música pesada, con todo y portadas. No fue difícil, lo único que me costó fue un par de horas en internet y la paciencia para encontrar las rolas. Puedo afirmar que a la cartera de Ozzy no le afectará el robo de uno de sus discos, también puedo estar seguro de que a más de 30 años del lanzamiento del disco ni siquiera a los criminales de las compañías disqueras les quitará el sueño.
Es curioso que al haber formado parte de una banda que alguna vez compuso canciones originales me atreva a robar música. He vivido en carne propia las jodas de los arreglitos en las guitarras, sé lo que es que no cuadre la línea del bajo a la hora de ensayar tu nueva canción veinte veces seguidas. He sabido lo que es repetir una y otra vez el grito del final de una canción y sin embargo, descaradamente obtengo música que tiene por fin ser objeto de lucro, entre muchas otras cosas. Sé que si tuviera los recursos para hacerlo, no dudaría ni un segundo en ir al Mixup o Tower Records más cercano y dejar mis billetitos a cambio de un disco nuevo. Hojear el booklet, apreciar el arte original y tocarlo veintemil veces en mi grabadora. La realidad es distinta. Amo la música y hoy en día no existe en mi el lujo de comprar un disco nuevo. ¿Por qué la música tiene que ser un lujo? ¿Dónde quedó entonces el aspecto hedonista y dionisiaco de las armonías y las melodías?
La música popular es un factor detonante en la economía de los países primermundistas. Como pan que sale del horno, aparecen nuevos grupos. Punks, degenerados con cuerpos de revista, trovadores, britnispiers del montón, pseudorockeros de postal... en fin, da lo mismo; no acostumbro consumir ese tipo de productos. Solía gastarme todo mi dinero en música, sin embargo ahora acostumbro quemar discos, inviertes menos y obtienes más de la mitad de lo que quieres; solo te pierdes del arte del disco que es bastante importante.
¿Soy entonces un pirata? Pido discos prestados y los quemo, haciendo mía solo una parte del disco. Bajo canciones para poder disfrutarlas una y otra vez, cumplir la función del arte. Limpiar mi alma. Supongo que los verdaderos hampones son los que hacen a millones de personas vivir de determinado modo, escuchar determinado tipo de música desechable. Más aun los que roban las ideas de estos criminales de cuello hipócrita y venden de a veinte varitos los discos de la Academia o de Jessica Simpson. Desprecio a los piratas ambulantes, creo que he comprado un solo disco con ellos y no lo vuelvo a hacer. Ellos no disfrutan la música, disfrutan de los frutos de productos que ni siquiera crearon y ni pusieron un varo para la creación de estos. Creo que compartir la música es un deber de cualquier persona medianamente educada. Entonces (indulgencias aparte)no soy un ladrón de productos, simplemente alguien que tiene la voluntad y la curiosidad de aprender más acerca de lo que le interesa.
Para concluir, no se si algún día tenga el dinero para hacerlo, pero planeo sustituir todos los discos quemados que tengo por originales. No por enriquecer aun más a Sony o a Warner Brothers (que en realidad deseo que se hundan en la mierda) sino por el recuerdo de que alguna vez, me costó trabajo,ilusión y esmero componer una canción.

Hasta mañana.