... y de pronto... Un travesti con el ojo morado apareció en su puerta. No pronunció palabra alguna. Únicamente estaba ahí, medio vestido, con la cara desfigurada y aliento a thinner. Ahí estaba. Lo miraba cautelosamente mientras él se hacía pequeño gradualmente. Su seguridad había sido violada. Trató de alcanzar la botella de ginebra que había estado bebiendo para utilizarla como arma. El travesti sólo observaba fríamente...
Entonces... una gran parvada de gaviotas revoloteó dentro de esas cuatro inhóspitas paredes mientras él se convertía en una gran avispa... nada iba a ser igual.
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