La colonia Portales se convierte en una ciudad desconocida para mí. Altos edificios que no existen son el refugio para mi furtiva huída. No sé de qué me escondo. Merodeo, sin rumbo, en lugares desconocidos. Entro a un gótico edificio en la Calzada de Tlalpan. Es de noche, veo prostitutas en las esquinas. Recuerdo que dejé mi coche en algún lado, no sé donde. De pronto, algunos viejos amigos vestidos de frac cargan un sarcófago. No sé quien es el muertito, no sé de donde salieron mis amigos. No sé donde estoy. Me reconocen algunos, otros simplemente pasan de largo. Me suben en un automóvil y me obligan a guardar silencio. Prenden la radio, no hay frecuencia. Ruido y más ruido, el volúmen alto, mis amigos son desconocidos. No sé a donde me llevan. La obscura ciudad va perdiendo familiaridad. El pavimento se convierte en terracería. Felinos por todos lados. Felinos parlantes. Animatronics animados. No hay sentido, no hay sentido. Mientrs más me acrco m´s me piedo. L casa etá vac´a no hy vcls.
Amanece. Estoy en el borde de un barco.
Decido perder el control súbitamente. Me aviento al agua, la sensación de aventarme a una alberca de hule espuma. Hay pelusa por todos lados. Decido salir a flote y veo a lo lejos, una kafkiana manifestación de hormigas dibujando mi nombre completo. (Fernando Castellanos) ¿Es ese mi nombre? Huyo, no se de qué, pero huyo rápidamente hasta encontrar la sobriedad.
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